UNA MAÑANA CAÓTICA

 


UNA MAÑANA CAÓTICA

Como corredores inmobiliarios a veces vivimos experiencias que sobrepasan las expectativas que teníamos al inicio de esta profesión.

En una ocasión me tocó atender unos clientes que tenían una petición muy específica, querían un apartamento con un espacio amplio con una cocina de concepto abierto o con el potencial para remodelar a esta condición.

Les mostré varias propiedades y en cada muestra me convencía más de que gran parte de la decisión recaía en su hija, una muchacha de unos 20 años entusiasmada con la idea de hacer la remodelación a su gusto.

Por fin dimos con el apartamento perfecto, frente a un centro comercial con muchos servicios y con las condiciones solicitadas, la familia ilusionada pidió una segunda visita para que un arquitecto de confianza los orientara sobre las remodelaciones, pactamos la visita para el día siguiente a las 9:00 am, después de un largo día me fui a mi casa a descansar y prepararme para la visita.

Justo llegando a casa mi vehículo se apagó y no quiso encender mas. Debía resolver la manera de llegar a la cita al día siguiente, llamé a una de mis hermanas y acordé con ella que me pasaría buscando temprano y me dejaría cerca del edificio, así que con eso resuelto me fui a descansar.

La mañana comenzó muy normal, como siempre me levanté temprano, y me dispuse a preparar café y mi desayuno, le envié un mensaje a mi hermana para acordar el tiempo de espera y me senté a desayunar, sonó el tono de mensaje en mi teléfono, era la respuesta de mi hermana, allí comenzó el caos.

Mi hermana me decía que su vehículo tampoco quería encender y que no iba a poder cumplir con el favor de llevarme, siempre he sido un tipo muy calmado, así que mientras terminaba de desayunar intenté conseguir una solución ya que estaba muy corto de dinero para tomar un taxi y no disponía de efectivo para transporte público, intenté contactar con el asesor captador del inmueble para ver si podía buscarme en algún lugar cercano, pero fue imposible hacer contacto.

No me gusta molestar a mis clientes pero el caso ameritaba medidas poco ortodoxas, recordé que mis clientes vivían cerca de mi casa, así que los llamé para explicarles la situación y proponerles que me pasaran buscando. Sentí un baño de agua fría cuando me dijo que había salido temprano porque debía buscar al arquitecto que vivía en las afueras de la ciudad.

Tratando de mantener la calma, miré el reloj y me di cuenta de que aún tenía tiempo para lo único que se me ocurría y que venía rondando mi cabeza mientras intentaba las otras soluciones. Soy una persona de mucho caminar, así que me iría a pie, no sería fácil ya que se trataba de una distancia de aproximadamente 10 Km con largas subidas y bajadas. Me puse ropa cómoda, tomé mi bolso, metí una muda y una toalla pequeña, miré el reloj, me quedaban una hora y cuarenta minutos para la cita, calculé que me tomaría una hora y quince minutos, basado en mis caminatas regulares que incluían una pequeña parte del recorrido.

Comencé la caminata confiado y cómodo ya que la primera parte la he hecho muchas veces, a los 8 minutos ya me tocó la cuesta más larga que he hecho muchas veces, mientras subía iba concentrado en el camino pero al comenzar la bajada se me vinieron a la mente muchas interrogantes ¿Llegaría en el tiempo estipulado?  ¿Me daría tiempo de descansar, refrescarme y estar listo para atender al arquitecto que daría su opinión para terminar de cerrar una negociación muy avanzada ya?

Pasaba el tiempo y llevaba buen ritmo, sin embargo me seguía preocupando estar mentalmente fresco para afrontar cualquier objeción como me había preparado la noche anterior. Pasada una hora llegué a la entrada de la urbanización de destino y me tocaba subir una cuesta parecida a la del inicio pero ahora con una hora de camino en mis piernas, mientras enfrentaba la subida metro a metro notaba que mis piernas ya no tenían las mismas fuerzas de unos momentos atrás, sin embargo traté de concentrarme en las posibles objeciones del arquitecto y mis posibles respuestas mientras trataba de desconectar mis piernas de mi mente para no hacer caso del cansancio que ya hacía mella en mis extremidades.

Sin detenerme ni un momento desde mi salida logré llegar al centro comercial frente al edificio empapado en sudor con tiempo suficiente para descansar, ingresé al baño del centro comercial y me lavé lo mejor que pude, prácticamente un baño, salí del baño y me dirigí a la panadería del centro comercial para tomar algo y relajarme, tenía aún tiempo.

Llegada la hora me dirigí al edificio al encuentro con mis clientes, ellos entusiasmados me presentaron al arquitecto, y nos dirigimos al apartamento. Nada más entrar comenzó a ver detalles negativos en el apartamento, que si el techo tenía marcas de paredes removidas, había que mover instalaciones eléctricas y otras tantas, argumentando que eran de difícil solución, siendo yo ingeniero fui rebatiendo cada una de sus objeciones de manera bastante coherente, hasta que me topé con la única que no le pude rebatir al momento, según sus cuentas la remodelación sería muy costosa y claro, siendo él de la confianza del cliente no podía yo sugerir otro profesional. De repente una negociación que estaba prácticamente hecha se había desbaratado.

De regreso a mi casa mi compañero asesor ofreció llevarme, al llegar a casa agotado y frustrado no podía dejar de pensar en que mi esfuerzo había sido en vano.

Al día siguiente repasando mentalmente toda la visita solo podía pensar en que se me había escapado un negocio ya hecho, de repente recordé que mi hermana había hecho recientemente una remodelación muy parecida en su apartamento, llamé a su arquitecto que era un buen amigo y le pedí consejo sobre cómo resolver los detalles de manera más económica, recordé que la hija de mis clientes se había despedido del apartamento muy triste porque era su ilusión mudarse allí, decidido llamé a mi cliente, pedí hablar con su hija y le expliqué las soluciones dadas por mi amigo arquitecto, entusiasmada de nuevo convenció a sus padres, fuimos a ver de nuevo el apartamento, esta vez con mi carro ya en funcionamiento y un arquitecto diferente y finalmente llegamos a un acuerdo.

Mi odisea no había sido en vano después de todo, logré salvar la negociación por haberme dado cuenta desde un principio de quien era la persona que tenía mayor peso en la decisión, la mayoría de las veces no es quien paga quien toma la decisión final y es nuestra función detectar a esa persona y dirigir nuestros argumentos a ella.

Fue así como una mañana caótica se convirtió en una negociación efectiva.

Ricardo Rivas

RIV BR Prados del Este


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